Los mejores momentos de ‘La promesa’: Acorralada
Los mejores momentos de ‘La promesa’: Acorralada
Catalina vuelve a La Promesa
Catalina vuelve a La Promesa y la marquesa le pregunta muy enfadada: “¿Qué haces aquí?”. La joven le responde: «No se si olvidaba que está es también mi casa».
Cruz quiere saber por qué ha dejado el hangar, así que Catalina le confiesa: «Vengo por mi prima Martina, sé lo que está pasando mal y quiero estar a su lado».
«Ya nos ocupamos nosotros, puedes volver a tu encierro si lo deseas, no sabes la paz que había en este palacio sin ti», dice Cruz.
La hija del marqués se enfada con la actitud de la marquesa y le comenta con desprecio: «Olvidaba lo insufrible que es usted».
«Ese encierro no ha conseguido bajarte los humos», responde Cruz. En ese momento llega Alonso y le dice a su hija muy emocionado: «Pensabas que nunca volverías a casa».
La joven le abraza y le expresa: «Llegó el momento, aunque fuera para ver que todo sigue igual por aquí».
Ignacio ha tomado una decisión
La familia Luján está reunida, así que Martina decide confesar: «Sé que últimamente están pensando en mi problema, por llamarlo de alguna forma».
La joven continúa expresando: «Pues quería insistir en mi inocencia porque yo no sería capaz de envenenar al conde ni a nadie». La marquesa le responde: «Yo sé que el conde desvaría acusándote».
«Cuentas con el apoyo de casi todos los que estamos aquí», comenta Alonso. Pero Martina le explica: «Gracias, pero eso de que me va a servir si al final se me condena socialmente».
En ese momento llega el conde y le dice que es una mentirosa, ya que él cree que ella es la responsable del envenenamiento.
«No puedo permitir que quien ha intentado asesinarme sea quien sea, quede impugne. Así, que he decidido poner este asunto en manos de la Guardia Civil», relata Ignacio.
Petra riñe a Jana
Jana está en la cocina muy preocupada por Pía, así que la joven está parada sin realizar las labores. En ese momento llega Petra y le dice: “Jana se puede saber qué haces ahí parada como un pasmarote. Se te paga para que trabajes no para que mires las musarañas».
«Estoy tendiendo la ropa señora», responde la doncella. Petra está muy enfadada y le explica: «Lleva ya unos días haciendo de tu capa un sayo, no haciendo lo que te mando o haciéndolo mal».
«En ese caso lo siento», expresa Jana. Pero la ama de llaves le continúa regañando: «Pues deja de sentir y haz bien tu trabajo, porque como sigas así te vas a encontrar con un problema muy serio y yo no te lo digo más».
En ese momento llega Ricardo y expresa: «A cuento de que vienen estas voces». Petra le contesta: «En que estoy haciendo mi trabajo», y añade: «En hacer que estas holgazanas cumplan con sus labores».
«Solamente le recuerdo que esta casa importa las maneras y que la autoridad no está reñida con la educación», argumenta el mayordomo. Pero la ama de llaves le reprocha: «No quiero que me llame la atención delante de una doncella».
«Yo quería decir que todo esto ha sido culpa mía, que la señora Arcos tiene razón y que pueden dejar el tema», expresa Jana.
Ignacio tiene algo que contar
«Quería aprovechar que estamos todos reunidos para hacer un anuncio», confiesa el conde de Ayala. Pero Lorenzo le dice con ironía: «Tus anuncios se están convirtiendo en una costumbre nocturna en este palacio».
Ignacio continúa confesando: «Me tengo por una buena persona, alguien capaz de perdonar pero sigo con la intención de descubrir la verdad».
El marqués le pregunta: «¿Entonces qué es lo que pretendes?», a lo que Ignacio responde: «Deciros que efectivamente no pienso avisar a la Guardia Civil. Creo que la cárcel sería un castigo demasiado severo y francamente estéril para alguien como Martina».
La joven le pregunta: «¿Qué quiere decir?», así que él le aclara: «Quiero que estés atendida y, sobre todo, controlada. Al menos hasta que descubramos qué es lo que pasó, por eso lo más sensato es que ingreses en un sanatorio».
Pía está bien
Jana está con Pía en la cueva y la doncella le expresa: «Me he llevado un susto terrible al verla así, al verla que no reaccionaba». La ama de llaves le responde: «Bueno han sido días muy duros y yo me he sentido francamente enferma».
La doncella desea que esa situación termine, pero Pía cambia de tema y le pregunta: «¿No se sabe nada de Gregorio?», a lo que la joven le explica: «No, todavía no».
La doncella le continúa explicando: «Hemos difundo un rumor por el pueblo, por Luján. Hemos dicho que usted murió al poco de llegar a su pueblo», y añade: «Ahora solo queda que Gregorio se entere de este rumor».
Pía le expresa: «Pues en cuanto lo sepa irá directo al pueblo a buscarme”, a lo que Jana le responde: «Y espero que vaya al cementerio también”.
«¿Y eso cómo lo vamos a saber?”, pregunta Pía. Así, que la doncella le confiesa: «Porque el sepulturero del pueblo nos va avisar, el señor marqués le dio una buena cantidad para que nos mantuviera informado”. Pía le dice:
«Tiene un gran corazón y yo le voy a estar eternamente agradecida”.
Petra quiere controlar a todo el servicio
Petra le reprocha a Rómulo: «Si usted decide enviar a una de mis doncellas a un encargo lo menos que puede hacer es decírmelo» , y añade: «Necesito estar al tanto de todos sus movimientos».
El mayordomo le responde que no volverá a ocurrir, pero Petra también le aclara que la doncella Carranza no puede instalar a su hijo en La Promesa.
«Sé instalara en la posada del pueblo el tiempo que sea necesario», le aclara Rómulo. La ama de llaves se enfada y le dice: «Ya veo que de nuevo, lo sabe absolutamente todo».
«Yo y prácticamente todos los miembros del servicio, esto pertenece a la vida privada de la señora Carranza, y ella decide a quien y a quien no se lo cuenta. Usted puede imponer su autoridad pero la confianza es algo que hay que ganarse día a día», argumenta el señor Baeza.
Hay demasiada tensión entre Alonso y María Antonia
Alonso está tomándose una copa en el despacho, así que María Antonia se acerca a él y le pregunta: “¿Vas a seguir evitándome? Últimamente hay demasiada tensión, quiero decir entre nosotros.
De verdad vamos a permitir que un malentendido y un pequeño roce lo estropee todo, porque no sería beneficioso, pero es que no lo sería para nadie».
El marqués escucha atentamente las palabras de María Antonia, mientras ella le continúa confesando: «No sería mejor que bajásemos la guardia y volviésemos a tratarnos con naturalidad. La Promesa necesita que vuelva la armonía y el entendimiento».
«Puede que tenga razón, ya tenemos bastantes problemas reales como para complicarlo con algo tan fácil de solucionar», dice el marqués. Los dos se miran y se besan, pero Maria Antonía decide marcharse del despacho.
Martina no tiene elección
Martina le dice muy nerviosa a Catalina: «Me quieren llevar a un sanatorio y yo sé que lo llaman así, pero en realidad es un manicomio. Y sé que esos lugares son horribles y lo sé por Curro, que su madre ha estado toda la vida en ellos».
La hija del marqués le expresa: «Esté no tiene porque ser igual», pero la joven le responde muy emocionada: «Yo creo que todos son iguales».
Su prima quiere que se anime y le comenta: «Ni des por echo que vas a ir, aún no está todo dicho». Catalina le dice muy alterada: «Qué no tengo elección, que ya han decidido por mí, que no puedo negarme y no puedo esconderme en el hangar».
«Tu madre no va a permitir que te ingrese en un sitio como los que te describió Curro», argumenta Catalina. Pero la joven no puede parar de llorar y le confiesa: «Yo no soy una asesina». Catalina abraza a Martina y le dice: «Lo siento, lo siento mucho».
Martina tiene que abandonar La Promesa
Martina está en su habitación y su madre le dice muy emocionada: «Martina, hija ha llegado el momento». La joven le pregunta: «¿El momento de qué?».
En ese momento aparece Ignacio, así que la joven se levanta de la silla. Su madre le aclara: «El momento de marcharnos al sanatorio». Martina le responde muy nerviosa: «Qse no puede ser, que no tiene sentido».
«Está es la mejor solución o al menos la menos mala. Yo te prometo que el conde ha movido cielo y tierra, para buscar plaza en un sitio maravilloso. Es una residencia con todas las comodidades, es un sanatorio de primera categoría para que te pongas bien», confiesa la cuñada del marqués.
«Que yo no me tengo que poner bien», dice la joven. Su madre se acerca y le explica: «Yo te acompañaré y si el sitio es tan horrible como tú piensas, no te dejaré allí jamás». ¡Las dos rompen a llorar mientras el conde mira esa escena con frialdad!
Lope salva a Vera
Santos quiere abusar sexualmente de Vera y la joven le dice llorando: «Santos por favor, déjame». En ese momento entra Lope en la habitación y le grita: «No la toques».
Los dos comienzan a pegarse, así que el cocinero le agarra de la espalda. En ese momento aparece Ricardo y quiere saber qué está pasando.
«Santos la estaba forzando», grita Lope. Sin embargo, el joven responde: «Eso es mentira». El mayadormo le pregunta a Vera: “¿Es cierto la acusación del señor Ruiz?”, pero la joven se queda callada.
«Lope no puede aguantar que Vera me haya elegido a mí y no quiera estar con él», grita Santos. Pero su padre le vuelve a preguntar a la doncella: «¿Santos la estaba forzando, sí o no?».
Vera dice muy seria: «Eran cosas de novios», y añade: «Es verdad que Santos estaba yendo más lejos de lo que yo quería».
«Esto es una acusación muy grave», dice Ricardo. Pero la doncella continúa explicando: «Yo le he pedido que parará porque estábamos en horas de trabajo y no quería faltar al decoró. No les demos más vueltas a este asunto, no tiene mayor importancia».
Alonso quiere pasar la noche con Cruz
Alonso entra en la habitación y le confiesa a Cruz: «Me gustaría pasar la noche contigo». Ella le pregunta: «¿Qué?», a lo que él le aclara: «Creo que sería bueno para los dos que durmiéramos juntos».
«¿Cómo puedes ser tan egoísta? Es que solo piensas en ti», dice Cruz. El marques le comenta: «Sé que no estás pasando un buen momento, yo tampoco, pero por eso tenemos que estar juntos».
Ella le cuenta que ha discutido con Catalina y ha decido volver al hangar. El marqués quiere saber qué ha ocurrido, así que ella le confiesa: «Está mañana la sorprendí abrazada a un labriego», y añade: «Esto es una casa decente, yo no puedo consentir que tu hija se abrace al primer patán que se le cruce».
El marqués le dice muy enfadado: «No hables así de mi hija». ¡Alonso rompe a llorar y se marcha de la habitación!
Alonso intenta consolar a Catalina
Catalina ha vuelto al hangar y no puede parar de llorar porque recuerda los momentos que vivió junto a Pelayo, y sus desencuentros con Cruz. En ese momento recibe la visita de Alonso, ya que quiere saber cómo se encuentra.
El marqués le dice: «Cruz me ha contado», pero su hija le interrumpe y le confiesa: «No quiero hablar de ella, la odio. No tenía derecho a increparme de esa manera y menos a mi invitado».
«Me hago cargo, he venido a mostrarte mi apoyo y ha recordarte que independientemente de como te lleves con mi esposa La Promesa es tu casa y no tienes que escapar de ella», responde el marqués.
Catalina le expresa: «Yo no escapo, pero no me siento cómoda bajo el mismo techo que Cruz».