‘La promesa’ (Momentos destacados): El regreso de Pía
‘La promesa’ (Momentos destacados): El regreso de Pía
Adriano aprecia a Catalina
Catalina le quiere regalar a Adriano un collar, pero él no está seguro de quedarse con la joya. «Ahora ese collar es tuyo, además sé que vas hacer grandes cosas con él. Con el dinero que consigas por él, entre otras pagar el préstamo y vivir sin el ahogo de los intereses», explica la hija del marqués.
«Cuando eso suceda no me lo voy a creer», dice el joven. Catalina le continúa confesando: «Entonces podrás explotar las tierras y ambos saldremos beneficiados».
Pero él se da cuenta de que Catalina no está muy alegre y le pregunta: «¿Señorita qué sucede? Sé sincera conmigo». La hija del marqués le confiesa: «Supongo que me siento perdida».
«Ya sé que no le gusta que le den consejos, pero me gustaría darle uno y le ruego que no se enfade», expresa el joven.
Ella le dice: «Adelante», así que él le aconseja: «Tiene que salir de aquí, reencontrarse con su familia, afrontar los problemas». Catalina le responde muy seria: «Solo te puedo asegurar una cosa, lo pensaré».
Manuel quiere que Jana sea feliz
Jana está paseando por los pasillos de palacio mientras lee una carta de Manuel.
El joven le expresa: «Espero que estés bien», y le continúa confesando: «La vida nos esta poniendo muchos obstáculos, pero sé que solo lo hace para regalarnos un futuro mejor».
La doncella rompe a llorar, pero se seca las lágrimas porque no quiere que nadie la vea. Sigue paseando y continúa leyendo: «Un futuro que nos merecemos. Jana sino regreso, quiero que seas feliz, quiero que seas feliz por los dos. Así, por los menos para uno habrá merecido la pena todo esto».
Jana no puede parar de llorar, ya que Manuel le confiesa: «Te quiero, te quiero más de lo que he querido a nadie en mi vida y me siento muy dichoso por hacerlo. Siempre tuyo».
Martina quiere responsabilizarse de sus actos
El marqués le confiesa a Martina que su madre está preocupada por la salud del conde de Ayala. «Si es que yo no le deseo el mal a nadie», dice la joven muy angustiada.
Pero Alonso le aclara: «Es que tu madre piensa que tus discusiones están detrás de su enfermedad». Él le continúa aconsejando: «A él no le conviene nada alterarse y tienes que templar, rebajar la tensión con él y con tu madre».
«Yo no quiero ser la causante de agravar la enfermedad de nadie, de verdad no me lo perdonaría», responde la joven.
El marqués le comenta: «Yo no quiero que te culpes de nada», a lo que Martina le responde: «Si no es culparme es responsabilizarme de mis actos».
Alonso quiere saber qué le ocurre con el conde, así que su sobrina le confiesa: «Ese hombre se me atragantó desde el principio, es que no termino de fiarme de él y me supera que mi madre se entregue a sus brazos tan fácilmente».
Su tío comprende como se siente, pero ella le sigue expresando: «Pero ya no sé, de un tiempo a esta parte es cierto que el conde se ha deshecho en halagos y atenciones. Y yo me he comportado con él igual de mal que siempre, o incluso peor».
El marqués le da otro consejo: «Martina eso es cosa del pasado, tú haz por cambiar las cosas. De verdad no tiene sentido lamentarse ahora, haz un esfuerzo por cambiar y yasta». La joven escucha sus palabras y le responde: «Está bien».
Curro hace una última promesa a Paco
Paco está herido pero Curro le pide: «Paco tienes que aguantar, pronto volverá tu hermano». El joven le responde: «No puedo, no puedo, solo quiero verla una vez más».
«A Matilde, pero es que ella no está aquí», responde Curro muy emocionado. Su compañero le pide que le muestre la fotografía de la joven, así que Curro obedece y le dice: «Aquí la tienes, dile lo que quieras».
«Yo no podré Curro, pero tú sí. Escúchame quiero que me hagas una promesa, si sobrevives quiero que seas tú el que le des mi mensaje», expresa Paco.
Curro no puede parar de llorar y le responde: «Si», así que el joven le confiesa mientras mira la fotografía de Matilde: «Dile que es lo que más quiero en este mundo y que nunca se lo he dicho, porque las cosas verdaderamente importantes siempre olvidamos decirlas».
El hijo del marqués está muy emocionado, pero su compañero le continúa confesando: «Dile que quiero que sea feliz y que no vista de negro. Dile que el rojo es el color que mejor le sienta».
Paco está temblando y también se emociona mientras comenta: «Y ese compromiso nuestro que jamás acabará en boda, no ocurrirá en esta vida, pero yo la estaré cuidando desde el cielo y eso es lo que me llena de paz».
Curro le responde: «Le diré palabra por palabra todo lo que me has dicho», pero Paco le recuerda: «No se te olvide decirle que la quiero».
En ese momento Paco deja de expresar sus emociones porque acaba de fallecer. Curro se da cuenta que su compañero no responde y le dice llorando: «Paco no, por favor».
¡Pía está viva!
Jana entra en una cueva oscura y dice: «Hola». En ese momento Pía se incorpora y no puede parar de llorar, así que la doncella se acerca a ella. Las dos se abrazan y Pía le confiesa: «Jana esto está pudiendo conmigo».
La joven le comenta: «Tienes que ser fuerte», pero Pía le responde: «Lo sé, lo sé, pero no puedo». Pía está en el suelo tapada con una manta y llora desconsoladamente, así que Jana apoya su cabeza en la suya para consolarla.
Alguien está envenenando a Ignacio
El médico se ha reunido con el conde de Ayala y con la familia Luján. «Había trazas de veneno en las muestras tomadas al señor conde», dice el doctor.
Martina pregunta nerviosa: «¿Por qué me están todos mirando así? Yo no he tenido que ver nada absolutamente con esto». Su madre le responde: «Nadie te está acusando de nada».
El médico continúa explicando que el conde debe eliminar el veneno que tiene en su organismo y explica: «Que beba cuanto líquido pueda, preferiblemente agua y, por supuesto, nada de bebidas espirituosas».
Ignacio se enfada y le responde: «Primero te envenenan y después te castigan como si fuera culpa tuya».
La madre de Martina le pregunta muy preocupada al doctor si el conde esta fuera de peligro.
Pero el médico le aclara: «Sino sigue ingiriendo veneno todo debería ir bien, aún así esto puede desencadenarse mal, la cicuta es un tóxico fortísimo».
¿Cómo se encuentra Pía?
Jana está con Pía en la cueva. La ama de llaves le dice: «Aguantare lo que haga falta para que Gregorio se olvide de mí y, sobre todo, para que mi hijo esté a salvo».
«Ese día llegará pronto, hace mucho tiempo que no sabemos nada de ese malnacido», responde la doncella. Pía le pregunta: «¿Qué tal Dieguito? ¿Sabes algo de él?», a lo que la joven le aclara: «Está estupendamente y en palacio pues siguen añorando su ausencia».
Pía se emociona, así que la doncella quiere que se anime y prepara la comida. Pero la ama de llaves se sorprende y le pregunta: «Has traído mucha comida», así que Jana le dice: «Es que no sé cuando voy a poder volver, me está costando mucho salir de palacio».
Pía le expresa: «Supongo que Doña Petra te vigila a todas horas», a lo que la doncella le contesta: «Pues sí como un halcón y no me deja, ni a sol ni a sombra».
Jana le explica que debe marcharse a palacio, pero Pía rompe a llorar. «Tiene que ser fuerte, todo esto va a pasar pronto», confiesa la joven.
Margarita encuentra la cicuta en la habitación de Martina
La madre de Martina y María entran en la alcoba de la joven. Ella le pide a la doncella: «Busca por todas partes, remueve la habitación de arriba abajo”.
«Ya lo hago señora, pero ya le digo yo que no vamos a encontrar ningún frasco con ningún veneno», dice María. La cuñada del marqués le comenta: «Pues ojalá, pero más a fondo que no quede nada por mirar».
La doncella abre una caja y dice muy sorprendida: «Aquí parece que hay algo». María le muestra el frasco de la cicuta y se lo entrega a la cuñada del marqués. Ella coge el frasco y rompe a llorar mientras dice: «Martina».
Curro es responsable de la muerte de Paco
Paco acaba de fallecer y su hermano le dice: «Espero que puedas perdonarme», y añade: «Ahora estoy más tranquilo sabiendo que quien te disparo a corrido la misma suerte que tú. Te llevaré siempre en mi corazón y juro que jamás te olvidaré».
Curro quiere darle un brazo, pero José Juan se aparta. El joven se enfada y le dice: «No puedo consolar a un amigo”, a lo que su compañero le responde: «Eres tú el responsable de que mi hermano esté inerte sobre la hierba».
«Yo no tengo nada que ver», responde el joven. Así, que José Juan le aclara: «Tú y tus imprudencias, mira Curro me caes muy bien pero te has tomado todo esto como un juego y este es el resultado».
Curro se emociona y le expresa: «No he tenido nada que ver con la muerte de Paco», pero su compañero le responde: «Solo eres un niño jugando a ser mayor y todo esto te queda grande».
Curro le reprocha que estuvo con él hasta el último momento, pero el hermano de Paco se acerca a él muy enfadado. «Venga pégame o mátame, haz lo que quiera, que nada te va a devolver a tu hermano», expresa Curro.
«Eres tú quien tendrías que estar muerto sobre la hierba y no mi hermano», grita José Juan. Pero Manuel no puede soportar que los dos discutan y explica: «Se acabó, tenemos una misión que cumplir».